El residuo de caña de azúcar convertido en bolsos sostenibles con alma social

La industria de la moda sorprende de vez en cuando con propuestas innovadoras. Y un ejemplo de ello es Kanya, una firma filipina con alma social y sostenible que convierte el residuo de caña de azúcar en bolsos confeccionados a mano por campesinos.

En Batangas, al sur de la isla filipina de Luzón, reside una comunidad de campesinos dedicada al cultivo de la caña de azúcar. Un trabajo temporal que provoca que sus salarios sean inestables.

"Un día me dije: ¿cómo puedo ayudar a toda esta gente que trabaja seis meses al año y que tienen problemas porque les faltan ingresos?", explica en una entrevista Bea Roxas, la mujer que está detrás de la firma Kanya y que ha crecido y vivido gran parte de su vida rodeada de campos de azúcar de caña en Filipinas.

Su peculiar propuesta ha convertido a estos campesinos en auténticos artesanos que elaboran a mano un tejido natural y sostenible a partir del bagazo- el residuo de la caña de azúcar- que mezclan con el algodón y posteriormente es usado para crear bolsos, carteras y complementos. Complementos que ahora aterrizan en Europa.

Kanya- cuyo significado en talog, la lengua nativa de Filipinas, es "para él" y "para ella"- presenta una colección de primavera verano con piezas de corte minimalista y elegante que tienen un ingrediente especial, ya que todos los accesorios toman prestados los nombres de los artesanos que participan en su elaboración.

Uno de sus productos estrella es el bolso 'Bea' que destaca por su diseño moderno y que está inspirado en Japón, además cuenta con una variedad de tonos como el amarillo chillón que transporta al ambiente colorido y vivo de Filipinas.

Y es que para esta firma, cien por cien comprometida con la ecología, toda la tela que confeccionan debe de ser utilizada, por ello si sobra tejido elaboran otro tipo de accesorios como monederos o manteles. Todo tiene una vida en Kanya.

Pero llegar al producto final no ha sido cosa de un día, a sus 68 años, Roxas relata que ha sido difícil desarrollar su proyecto- desde convencer a los campesinos hasta adquirir el capital-, aunque lo ha conseguido, en parte, gracias a su "perseverancia" y a su espíritu juvenil. "Amigas de mi edad me miran diciéndome: ¿esta de dónde sale? Si estamos jubilados cuidando nietos", cuenta con humor.

Esta hispanofilipina es una persona inquieta e implicada, siendo partícipe de muchos proyectos, y desde sus inicios siempre ha estado vinculada a las causas sociales, algo que se muestra en su totalidad con Kanya. "Yo siempre digo que el filipino pobre piensa: 'como somos pobres este es nuestro destino'. Pero yo les digo que no. Quiero que sean conscientes de que pueden creer en sí mismos", explica Roxas, quien matiza que "si no fuera por ellos (los campesinos) este proyecto no existiría".

De ahí también que todo lo que en Kanya consiguen con las ventas lo reinvierten para generar riqueza en la comunidad y agradecer así a Filipinas todo lo que esta tierra le ha aportado a Roxas. Su interés por la sostenibilidad también es un reflejo de este trabajo, consciente de que la quema de bagazo supone una "importante contribución a la emisión de monóxido de carbono en la atmósfera", apuesta por su uso alternativo como tejido, que además de ser reciclable, es compostable y biodegradable.

Sobre cómo ve la moda en la industria, cuestiona el "fast fashion" y la tendencia de comprar una prenda que solo se usará una vez. "Jane Fonda lució en los Oscar un traje que ya había utilizado en otra ocasión. Y tampoco es cuestión de comprarte algo para usarlo una vez", comenta.

Aunque Kanya tiene poco tiempo de vida- el proyecto se materializó en 2018-, para Bea Roxas su objetivo no es convertirlo en una gran firma, sino continuar con esta propuesta que permita mejorar la vida de los campesinos e impulsar la moda consciente y sostenible. "Esto es un proyecto real para gente real", resalta.