Rolex o cuando un reloj se convierte (literalmente) en una joya

Este tema fue publicado en el número de noviembre del 2021 del Vogue España Rolex o cuando un reloj se convierte (literalmente) en una joya Rolex o cuando un reloj se convierte (literalmente) en una joya

Llevar un reloj en 2021 es una declaración estética de intenciones que resulta ineludible. Transgresora, si se prefiere. ¿O no lo es el ir contracorriente, escogiendo una pieza analógica en la era de lo digital? Quizás por eso, el acto de adornar la muñeca trasciende la practicidad. Ahí es donde entran en juego variables como el gusto, la complejidad, la versatilidad y, sí, también el hedonismo. Unos conceptos que Rolex maneja a la perfección.

Tanto, que casi podría calificarse a la marca como un icono pop (la gente no tiene un reloj, tiene un Rolex). Lo que es seguro es que es la segunda empresa del mundo mejor valorada, por detrás de Lego, según el informe anual de la consultora RepTrack, que pone como requisito para entrar en el listado facturar al menos dos mil millones de dólares anualmente. Este bagaje permite que, una vez se ha alcanzado la maestría en diseños que ya son clásicos, como el Daytona o el Oyster Perpetual, se pase a otro nivel: fusionar relojería y joyería. Porque, aunque la excelencia y la maestría técnica de los relojes de lujo es suficiente para considerarlos una joya, se puede añadir un nuevo giro de tuerca gracias a gemas y piedras preciosas.

Rolex o cuando un reloj se convierte (literalmente) en una joya