Cuando Plácido Domingo fue rescatista en el terremoto de 1985

Plácido Domingo ha sido señalado por más de 20 mujeres de acoso sexual: “Respeto que estas mujeres finalmente se sintieran lo suficientemente cómodas para hablar y quiero que sepan que realmente lamento el dolor que les causé. Acepto toda la responsabilidad de mis acciones”, esa fue la respuesta del tenor de 79 años ante las acusaciones cuando salió a la luz el escándalo.

Seis meses después, la imagen del español con la capacidad de interpretar "Otello" ha dado un giro en la últimas semanas. En su momento ayudó a las víctimas por el terremoto de 1985, y colaboró en los labores de rescate en Tlatelolco; incluso recabó fondos para los damnificados y el acopio de víveres.

Domingo perdió a dos tíos, una tía y un sobrino en el terrible suceso que tomó por sorpresa al gobierno mexicano de aquella época. Las calles, transformadas en historias de terror fabricadas al por mayor por la catástrofe natural, tuvieron la presencia del cantante, quien entre los escombros dijo lo siguiente: “Aún cuando los míos sean hallados, no me iré de aquí”.

Así fue como EL UNIVERSAL cubrió la participación de Plácido Domingo en los rescates del terremoto de 1985.

“Aún cuando los míos sean hallados, no me iré de aquí”: Plácido Domingo

27 de septiembre de 1985

”Me he enrolado en esta brigada de gente buena”, dice el tenor de los voluntarios, quienes a su vez lo llaman “compañero”

Por Daniel Barragan B. Reportero de EL UNIVERSAL

Confundido con los miles de hombres que luchan contra el tiempo y la masa informe en que quedaron convertidos dos módulos del edificio Nuevo León, aliviando el dolor de las familias que pacientes han esperado una semana para saber de sus parientes, dando una palmada al heróico “topo” que se interna en las entrañas de este ataúd de concreto, varilla y hormigón, el tenor Plácido Domingo, no cesa en su labor.

Son 18 horas de faena en medio de polvo, del ruido de las poderosas máquinas que allí trabajan, de la fetidez que comienza a embargar el ambiente de Tlatelolco.

Allí, confundido con ingenieros, arquitectos, doctores, técnicos en perforación, con los hombres rudos que a pico y pala traspalean las ruinas del Nuevo León, está el hombre que ha ganado más las simpatías de todos los ciudadanos.

Ya no sólo es el buscar a sus parientes cercanos, dos tíos, una tía y un sobrino. Ahora es el apoyo moral de cientos de personas.

Foto: archivo El Universal

El sonido que se ha instalado en la avenida Paseo de la Reforma no cesa, en ocasiones de buscar al “señor Plácido Domingo” al cual se le requiere en diferentes áreas. Pero el tenor no está.

Al cabo del tiempo, su robusta figura, ataviado con casco color plateado, con goggles, mascarillas, pantalón de mezclilla y botas y una camisa azul a cuadros, llega hasta el sonido.

Él va totalmente cubierto de polvo su encanecida y ya crecida barba y su pelo parecen ser cubiertos por él. Se le informa que han llegado brigadas a querer subir al edificio.

Da una palmada a un soldado, saluda con atención: “Seguimos aquí. No los hemos encontrado. No sólo estoy buscando a mis seres queridos. También al resto de la gente y cuando los míos sean hallados, no me iré de aquí. Me he enrolado en esta brigada de gente buena, de gente que, sin importar horarios ni hogar, están aquí”.

Cuando Plácido Domingo fue rescatista en el terremoto de 1985

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Plácido Domingo, el domingo recién que arribara fue el foco de atención de toda la gente, ahora es un ser más confundido entre ese ejército de voluntarios que arriesgan la vida. Es el canal para recibir ayuda, no sólo de Tlatelolco, sino de los diferentes lugares que se encuentran en desgracia.

“Vayan muchachos, se requiere de ustedes en Conalep, en Televisa, en el Hospital Juárez. Por ahora estamos saturados de gente. Muchas gracias”.

Foto: Hemeroteca El Universal

Su imagen imanta, pues en ese momento, la brigada sube a un autobús y va en busca de ayuda. Llegan picos, palas, cascos consignados al señor Plácido Domingo. Una voluntaria se acerca a ofrecerle café. Una palmada es el mejor estímulo. Es el bálsamo que reconforta al ansioso pariente que está allí esperando noticias éstas aunque sean magras.

“Pocos tienen la oportunidad de influir en los medios de comunicación como yo y ello lo estoy utilizando para solicitar los implementos que se necesitan. Ahora estamos faltos de acetileno y más maquinaria pesada".

Habla también de sus padres que viven en Satélite “gracias a Dios a ellos no les pasó nada. Su hogar está bien. Sólo están afligidos por la desgracia y por lo que sucedió a mis tíos”.

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Consciente de que difícilmente se pueda rescatar con vida a gente de ese lugar, en donde aún no se encuentran los cuerpos de sus parientes que habitaban los departamentos 417 y 517, no se atreve a hablar de ello, ni el reportero tampoco.

“Todavía no los hemos hallado”, dice casi tajante. Se coloca su tapaboca, se arregla el casco, da instrucciones a los ingenieros y “topos” y de nueva cuenta va rumbo a las ruinas, arriesgando su valiosa vida.

Ya para la gente es común, el “compañero Plácido Domingo” como se le llama ahí, en donde la noche y el día se confunde, donde el dolor ha hermanado a todos, donde el hombre de voz privilegiada, también demuestra que fue dotado de un corazón de gran privilegio.

Despidieron con lágrimas a Plácido Domingo

4 de octubre de 1985

Por Ismael Romero Reportero de EL UNIVERSAL

Anoche, las mujeres le besaban las manos, se despedían llorosas y conmovidas. Plácido parecía no tener forma de multiplicarse, para escuchar las últimas quejas, las últimas súplicas, las últimas demandas.

Plácido era rodeado por damnificados. Por niños que no daban crédito de su presencia, allí, en medio de militares con uniformes terrosos, del ruido de las grúas, de los taladros de aire, del paso febril de médicos, trabajadores, voluntarios, de los reflectores de camarógrafos de televisión que lo iluminaban para grabar sus últimas palabras en entrevistas que el artista pidió fueran breves.

Como breves las palabras que dijo al reportero: “Compartí la tragedia de todos, que fue la mía propia. Traté de dar consuelo a la gente, como cualquiera lo pudo hacer. Y ha servido mi labor, al mismo tiempo, para que mi mente no estuviera atribulada. Creo que si algo hubo de positivo fue la ayuda que el pueblo ha volcado”.

En Tlatelolco, la presencia de Plácido Domingo fue determinante para que en el derrumbe del edificio Nuevo León, en donde murieron cuatro parientes de él, la congregación de voluntarios y la ayuda fuera numerosa.

Foto: archivo El Universal

Plácido llegó el domingo 22, canceló presentaciones en Chicago al conocer la magnitud de la desgracia y la caída del edificio en donde habitaban sus parientes.

‘‘Fue positivo que yo hablara, que yo pidiera ayuda para los afectados del edificio Nuevo León. Se recibió mucha ayuda, pero también se envió parte de ella a otros lugares, en donde las labores de rescate no han avanzado como aquí, por ser zonas consideradas peligrosas”.

Plácido señaló el caso del Hospital Juárez, en donde, incluso, se tuvo que demoler un cine para avanzar en las labores de rescate y comentó el caso del inmueble de Venustiano Carranza 148, en donde no ha sido posible dar acceso a ninguna maquinaria.

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Pero reconoce: ‘‘A mi llamado respondió la gente. Se otorgó ayuda. Más de la que han tenido en otros lugares". Plácido Domingo decía esto mientras se mudaba de ropa, dentro de un autobús del grupo los Baby’s, acondicionado como vestíbulo. Había dejado su ropa de campaña y se ajustaba un traje oscuro para asistir a una de las misas en memoria de sus parientes.

Afuera, la gente lo esperaba. Representantes de locatarios de la Lagunilla, damnificados de otros edificios de Tlatelolco, afectados de otras colonias que buscaban acercarse al artista para solicitar su mediación en pos de ayuda para sus familias desamparadas.

Organícense, les decía Plácido y les anunciaba que llegarían los del Voluntariado Nacional para tratar de resolver los problemas. Todos los problemas. Porque Plácido les dijo que tuvieran calma, que todo iba a tener solución.

Y algunas mujeres lloraban en la víspera de su partida a Nueva York, ciudad de la que después viajaría a Roma. Los hombres buscaban apretar su mano, darle un abrazo.

"¿Cuándo va a regresar Plácido?", preguntaba la gente. Y él respondió cuando se les preguntó: ‘‘No tengo idea. Voy a organizar conciertos para ayuda de los damnificados. No aquí. Sería un problema por la conversión de divisas y de lo que se trata es de no dañar la economía del país. Tú comprendes".

Al frente de la ayuda deja desde hoy a su hijo José Domingo. Y como contacto entre los afectados del edificio Nuevo León a parientes que vivían allí. Un cuñado suyo será el enlace para resolver la asignación de viviendas y la indemnización que el Gobierno prometió daría a los residentes.

Imagen: Hemeroteca El Universal

Me afectaron los días que estuve en Tlatelolco

5 de octubre de 1985

*Voluntario ejemplar, líder y artista, Plácido Domingo sufrió con México y se despidió

Por Juan Rodríguez

Reportero de EL UNIVERSAL

Voluntario ejemplar, líder de muchos tlatelolcas y artista reconocido a nivel mundial, y, también, uno de los muchos que sufrió en carne propia la tragedia de México.

Plácido Domingo, concluyó su etapa en el voluntariado y partió hacia Roma para cumplir con compromisos ineludibles. Ya antes había cancelado diversos conciertos que le valieron algunas demandas.

Antes de subir al avión, dijo que ‘‘aún falta mucho tiempo para poder cantarles de nuevo, pues los días en que estuve en Tlatelolco me afectaron, pero... no importa” . Y es que el tenor hispano-mexicano pasó 14 días sufriendo por el polvo, el aire, las lluvias y padeciendo por mucho tiempo, la angustia de no encontrar los restos de sus familiares que vivían en el edificio Nuevo León.

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Llegó como cualquier otro de los deudos y, en cuestión de días, se erigió como el portavoz de las necesidades de los socorristas de Tlatelolco y pronto fue uno de los más eficaces coordinadores de los trabajos de búsqueda y salvamento.

En el aeropuerto, no fueron suficientes los lentes negros y la barba crecida para que Plácido Domingo ocultara la pena que aún lo embarga.

fjb