Pijamas, la historia de una revolución nocturna

El pijama es una prenda con una larga historia y que ahora se ha vuelto imprescindible en tiempos de confinamiento. Según los últimos datos, sólo el 8 por ciento de la población duerme desnuda. La mayoría duerme con una mera camiseta y ropa interior, pero el pijama sigue siendo la estrella de la noche con cerca de un 40 por ciento de la población enamorada de él. No hay nada mejor para saludar al sueño que vestido de etiqueta. Así debería comprenderse este atuendo, una manera de ponerse elegante para facilitar el sueño y al menos que las pesadillas te pillen cómodo y vestido.

La historia del pijama arranca en el imperio otomano. La palabra viene del término hindú “Pae jama” o “pai jama” y su uso se extendía por India, Irán, Pakistán y Bangladesh. En occidente, en la antigüedad y Edad Media solían preferirse los célebres camisones, tanto para mujeres como para hombres, largas túnicas blancas con las que aferrarse bien al colchón de la cama. Pero este rudimento salvaje perdió todo valor a partir del siglo XVIII, cuando los británicos descubrieron en sus colonias indias las tradicionales camisas y pantalones holgados para ir a dormir, el pijama que conocemos hoy, y lo introdujeron a todo occidente. Primero fue utilizado como vestido exótico para demostrar status en las clases más pudientes, pero poco a poco su comodidad se fue imponiendo. A partir de finales del XIX ya era práctica habitual en la mayoría de domicilios. Incluso las clases bajas tenían sus versiones propias para poder saludar como era debido al sueño.

En 1902, unos grandes almacenes anunciaban así su surtido de pijamas: “Simplemente, lo mejor para dormir y viajar. Su apariencia admite una mayor libertad que todas las otras vestimentas de noche”. Los había de seda para el verano y de felpa o algodón para el invierno, pero la variedad de telas dependía del bolsillo de quien los compraba.

Pijamas, la historia de una revolución nocturna

A pesar de que en la India estaba indicado para hombres y mujeres, en occidente se popularizó sobre todo como vestimenta masculina, algo que cambió gracias a un nombre esencial en la historia de la moda, Coco Chanel. Los años 20 favorecían las prendas andrójinas y los pijamas caían a la perfección en este terreno. Chanel, en su ansia de liberar a la mujer de corsés, puso el pantalón y chaqueta para dormir como la mejor opción también para la mujer y dejó atrás el viejo prejuicio que los pantalones estaban prohibidos para las mujeres. “Mademoiselle Chanel, usted es el ejemplo vivo de que uno no sólo debe estar vestido, sino que debe estar bien vestido”, le dijo el dueño de un casino a la modista cuando a ésta le impidieron la entrada por llevar sus típicos pantalones.

El cine se encargaría después de popularizar esta idea por el mundo. Primero fue Jean Harlow y después Carol Lombard en la legendaria, “Sucedió una noche” donde llevaba, y mucho mejor, el mismo pijama que Clark Gable. En esa época, en 1927, la publicidad del Lido veneciano afirmaba: “La mejor playa del mundo para el sol y los pijamas”. La prenda se popularizó como vestido playero y las mujeres salieron por primera vez con pantalones en público con estos atuendos. El mundo había cambiado y gracias, en parte, a un pijama.

Existen muchos nombres asociados a la prenda. Hugh Hefner, el creador de la revista para adultos “Playboy”, aseguraba que tenía más de 100 en su armario. Barbara Staisand recibió su Oscar en 1969 por “Funny girl” con un horrible pijama negro transparente de Arnold Scaasi. En 1993, Kurt Cobain se casó con Courtney Love con pijama porque, dijo, “le daba pereza ponerse un smoking”. Y más recientemente, artistas como Rihanna, Selena Gómez, Kate Moss o Sarah Jessica Parker pusieron de moda ir a comprar en pijama.

Muchos psicólogos recomiendan ahora que no vayamos todo el día en pijama porque eso nos podía llevar a la apatía. Necesitamos conservar rutinas, dicen. Para ellos, ir en pijama es una especie de desidia basada en la idea de que el ser humano es estúpido y que si no realiza las mismas costumbres que hacía antes del confinamiento enloquecerá. Su percepción de la psique humana funciona a través del estudio de patologías, y entienden patología por ideas o comportamientos que se escapan a la norma social establecida de antemano. Por tanto, estya ideas no sirven en confinamiento, pues nada se ha establecido de antemano simplemente porque un encierro de estas características no había sucedido nunca.

Los psicólogos, en realidad, no comprenden que no podemos valorar el comportamiento del ser humano en confinamiento de la misma manera que lo hacemos en libertad. Si estudiamos bien al ser humano en confinamiento, comprenderemos que no hay nada más sano que ir todo el día en pijama para al menos liberarnos del estrés añadido por la situación. La patología, ahora mismo, es vestirse como si fueses a ir a alguna parte, porque no es cierto, es un delirio. Que los psicólogos promuevan delirios es ridículo, una ironía que define a la perfección estos locos momentos. Por favor, seguid con vuestros pijamas, es lo mejor para la salud mental.