Los plásticos de la Franja de Gaza: una condena y una bendición

El diminuto enclave costero de Gaza, de unos 365 kilómetros cuadrados, es uno de los lugares más densamente poblados del mundo. Los gazatíes, gobernados por el grupo extremista Hamás y asediados por el bloqueo liderado por los israelíes, se están quedando sin nada. Aquí no se centran en si se deben prohibir o no las pajitas de plástico, sino en cómo sobrevivir con ellas.

Según Naciones Unidas, Gaza será «inhabitable» para 2020, en parte porque el 97 por ciento de la fuente principal de agua no es potable. Los cortes eléctricos y los estragos de las guerras se traducen en una falta de mantenimiento del alcantarillado, por lo que el agua sucia acaba en el mar. Como consecuencia, hay aguas residuales peligrosas por todas partes, desde los vertederos, donde los plásticos pueden vivir para siempre, hasta en el mar, donde los pescadores trabajan solo dentro de unos pocos kilómetros debido a las restricciones israelíes.

A pesar de su grave situación, los recicladores de plástico de Gaza lideran el trabajo para impedir el colapso económico, humanitario y medioambiental. En los últimos años, ha surgido una nueva cultura y economía en torno a los plásticos reciclados: desde la recogida y la limpieza hasta la clasificación y reutilización, estas personas han creado unas oportunidades de negocios que se necesitan encarecidamente.

Los plásticos de la Franja de Gaza: una condena y una bendición

«La gente lo reutiliza todo porque no tiene nada. El asedio [israelí] y el cierre de la frontera está aumentando el reciclaje en Gaza», afirma Ahmed Hilles, director del Instituto Nacional de Medio Ambiente y Desarrollo de Gaza.

Asimismo, años de bombardeos y desatención han creado grietas en los vertederos por las que se filtran sustancias tóxicas del plástico al agua subterránea. Bloqueados por los vecinos Israel y Egipto desde 2007, a los plásticos de Gaza, al igual que a sus habitantes, se les agotan las vías de escape.