Los primeros caprichos que se da un millonario

Cada vez hay más ricos en el mundo. En 2020 el número mundial de millonarios, gente con más de un millón de dólares, aumentó en 5,2 millones, hasta alcanzar a un colectivo 56,1 millones. La riqueza se ha multiplicado casi por cuatro, de 41,5 billones de dólares a 191,6 billones de dólares en 2020, según datos del último informe de Global Wealth Report 2021, elaborado por Credit Suisse Research Institute.

En España, por primera vez, las personas que tienen más de un millón de dólares ascendió el pasado año a 1.147.000 personas, el 2% de los millonarios de todo el mundo, y la previsión es que en 2025 la riqueza llegue a 1.800.000 españoles. La tendencia es que el número de millonarios aumente en todo el planeta, y la riqueza mundial aumente en un 39% a lo largo de los próximos cinco años, hasta alcanzar los 583 billones de dólares en 2025.

Antes de que llegue el momento en el que estas grandes fortunas se lancen al espacio como ha hecho esta semana el fundador de Amazon, Jeff Bezos, con una fortuna de 209.000 millones de dólares, todavía tienen recorrido para adentrarse en el exclusivo mundo de los adinerados.

Porque, según explica Pedro Rey, profesor de comportamiento económico de Esade, una de las primeras cosas que hacen “los ricos a la hora de consumir es señalizar su identidad como millonarios”, y aclara que consumir lujo ya no un signo de estatus porque la clase media también puede acceder a comprar un iPhone, ropa de marca o un bolso de Louis Vuitton. “Ahora los ricos muy ricos, como Zuckerberg [fundador de Facebook], van en sandalias y camiseta, y evitan esos signos que antes se utilizaban para que se viera que se había llegado a un determinado estatus. Son abanderados, en cierta medida, del movimiento no logo, aquel que huye de los anagramas de las grandes marcas de lujo.

“Ahora consumen servicios, salud o formación. Llevan a sus hijos a colegios y universidades elitistas, adquieren seguros privados, siguen una alimentación muy selecta, porque vivir mejor es lo que les distingue del resto”, prosigue Rey. Esta tendencia también se observa en la compra de vehículos, donde, por ejemplo, Tesla tiene una gran aceptación dentro de los que se apuntan o están concienciados con el medio ambiente y la salvación del planeta.

Los primeros caprichos que se da un millonario

De hecho, el presidente de Ferrari, John Elkann ha anunciado a sus accionistas que el lanzamiento de su primer coche totalmente eléctrico se presentará en 2025. Además, la escudería italiana tiene como prioridad tener el 60% de la flota de coches híbrida en 2022. Otro de sus objetivos es atraer a un nuevo perfil de cliente, procedente del colectivo milenial y asentado sobre todo en Asia. De los 9.119 coches que vendieron el año pasado, 485 se despacharon en China, cuya cifra el año anterior en el mercado chino, previo a la pandemia, fue de 836 sobre un total de 10.132 unidades. “En Asia, todavía la riqueza es ostentosa, compran joyería, relojería, marcas reconocidas como Rolex y Omega, y coches de alta gama, con marcas como Ferrari o Porsche, ya que es importante que se vea esa riqueza”, comenta Susana Campuzano, socia directora de Luxury Advise y directora del programa de dirección y gestión estratégica del universo del lujo de IE, quien asegura que cada vez hay más mileniales que llegan a la riqueza a través de las criptomonedas.

“En cuanto a las preferencias, hay un cambio en el peso del producto a la experiencia, y hacia conceptos como la sostenibilidad, el descubrimiento, como el viaje espacial que acaba de hacer Bezos. Todo esto irá aumentando, porque un producto de lujo se adquiere, pero una experiencia es todo un reto, y lo que prima es la evasión, las vivencias”, añade Campuzano, que también apunta como tendencia, además de los destinos más exclusivos de veraneo o la adquisición de propiedades inmobiliarias únicas, el disfrute de los llamados luxury toys (juguetes de lujo), como son los yates, las motos de agua, los aviones...

Porque hay una gran diferencia entre aquellos que llegan a esta situación a través del dinero nuevo, y no a través de una herencia, donde hay tres grandes perfiles, como son los emprendedores, los directivos y los deportistas, según detalla Felipe Romero, socio de la consultora The Cocktail.

En este sentido, identifica varias necesidades más que productos o servicios. En primer lugar, la seguridad o protección, ya que han llegado a un nivel de vida que desean proteger, por encima de seguir expandiéndolo. “Cuando se llega de nuevas a la riqueza pesa más la aversión a la pérdida de lo ganado que la ambición de ganar más, lo que lleva a que quieran consumir productos financieros más conservadores”, señala Romero, que destaca esa actitud de “defender el terreno ganado”.

Otro elemento relevante es la validación social, convertirse en un referente: ya no desde el reconocimiento de su éxito vía consumo, que sería el reconocimiento sin la etiqueta de social, y que era quizás el modelo de hace 15 o20 años, y se concretaba en cierto consumo de ostentación. “Aquí lo que vemos son iniciativas como escribir, hacer donaciones, narrar su historia de éxito o emprender iniciativas sociales”, añade Romero.

Un claro ejemplo es el de Bill Gates, que ha conseguido ahora más relevancia social con la Fundación Bill y Melinda Gates que durante su etapa en Microsoft. O el mismo Bezos, que esta semana nada más apearse del cohete con el que se dio una vuelta por el espacio, se sintió generoso y donó 100 millones de dólares a la ONG World Central Kitchen, del cocinero español José Andrés, y otros tantos millones al activista por los derechos civiles y abogado Van Jones.

A esto se le llama, explica el profesor de Esade, cubrir una necesidad psicológica, “a la importancia que se tiene de sentirse distinto, y que los demás sepan lo que se está haciendo”, explica Rey, quien califica la donación de dinero como otra forma de consumo, “ya que significa que esa persona se lo puede permitir, y tiene la necesidad psicológica de señalizar las causas que le interesan”.

La mayoría, al llegar a este club tan selecto, ha sufrido un gran cambio en su vida. No han evolucionado a la par que su entorno habitual, y en cierta medida, explica Romero, hay un desclasamiento hacia arriba, y esto les lleva a exigirse y a formarse en otras disciplinas, como la lectura, la filosofía o la ópera, algo que les aporte una pátina de cultura y les permita establecer nuevas relaciones sociales. La adquisición de arte suele ser una vía de entrada y de aceptación dentro de las grandes fortunas. “El conocimiento de arte suele ser un símbolo de estatus y cada vez hay más iniciativas de plataformas de artistas jóvenes emergentes”, señala Campuzano.

En esta idea coincide también el docente de Esade, que señala que cada vez se compran más piezas de arte, dado que el simple hecho de que se adquieran ya es “una señal de que se tiene determinado nivel cultural, además de poder adquisitivo”. Y eso es cada vez más relevante.

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