El regreso del vinilo, ese placer fiel y redondo

El vinilo se convirtió en una suerte de objeto de culto para los fanáticos, porque es un coleccionismo caro, por el costo de cada álbum, cuyos precios son dispares según la empresa que los edita, pero que tienen un piso de dos mil pesos. “Esquivando charcos”, de La Renga, se puede conseguir a ese precio. Aunque es una excepción: es difícil encontrar alguno por menos de cuatro mil pesos.

Gozar de la música en esos formatos tiene otras necesidades. Primero hay que contar con un tocadiscos, otro objeto de elevado costo. Los más baratos se pueden obtener por 20 mil pesos, aunque la aparición de los portátiles abarató la posibilidad casi a la mitad. Claro que la utilización de los parlantes incorporados hace que el sonido no sea el mejor. Y justamente la gran atracción del vinilo es la manera en que se escucha.

Otra posibilidad para los más hábiles es la restauración de los viejos que quedaron como herencia en la casa de los abuelos y que, como todo artefacto antiguo, si está bien cuidado puede ser eterno. Tanto a esos como a los portátiles, la incorporación de parlantes extras o un home theater les da una resolución que estará a la altura de los exigentes.

La música se escucha en vinilo, pero no toda. El vinilo tiene mejor fidelidad de sonido que un cassette, un cd o cualquier otro formato, pero no es para cualquiera. Al ser un aparato análogo, los discos que mejor suenan son los grabados de esa manera. Por ejemplo, los trabajos de Ramones, Attaque 77 o los primeros de La Renga suenan potentes por la simpleza de la instrumentación, basada en bajo y batería.

Es cierto que el vinilo fue perdiendo vida con el tiempo por la aparición de los otros formatos más transportables y a fuerza de las imposiciones de la industria, pero ahora la exigencia de quienes lo prefieren está relacionada con algo que podría definirse como buen gusto. No hay vinilos de L-Gante.

Para los puntanos, comprar un vinilo no es fácil y la adquisición está casi exclusivamente supeditada a los pedidos online. El último bastión fue Musimundo, que tenía algunos en stock (reducido, es cierto), pero una vez que la empresa decidió dejar de vender música, los fanáticos se quedaron sin un punto de venta.

Entonces no queda otra que aferrarse a internet, ya sea en tiendas online o en Mercado Libre. A la hora de comprar hay que buscar precios, porque siempre hay alguna disponibilidad, ya sea porque no tiene el precio actualizado o por alguna otra razón. Como todo elemento deluxe, no existen las ofertas. El precio es el que es.

En los catálogos hay muchos discos nacionales de los‘70 y los ‘80. También hay bandas más modernas, como La Renga o Attaque 77. Los vinilos de Sony son los más caros y ahora salen unas 8 lucas. Buscando en las redes, se puede pescar alguno con precio viejo. La empresa editó trabajos de Charly García, Soda Stereo, algunos de Virus y Lali Espósito.

Hoy por hoy, un disco de Los Piojos sale casi 8 mil pesos y uno de Blink 182 (“Enema of the state”) sale 6. Y el primero de No Doubt, el de tapa roja, sale lo mismo que el de Los Piojos. O sea, el primer trimestre conviene comprar un par de bandas internacionales antes que las nacionales. Los de The Beatles son siempre caros. Algunos de sus discos no se consiguen por menos de 7 mil pesos y pueden llegar hasta los 12 mil.

Una de las buenas noticias que trajo la vuelta del vinilo fue la posibilidad de encontrar algunas joyas que se habían agotado o habían quedado fuera de las ventas. Una de ellas, por ejemplo, es el disco homónimo de La Cofradía de la Flor Solar, en una edición de 2018, justamente el año que se puede considerar el del resurgimiento de este vicio llamado vinilo.