Venirse arriba PUNTO Y APARTE

No he logrado en esta última semana conseguir venirme del todo arriba, para que esta columna de cierre del año dejara de ser algo más que una tabla salvavidas a la que agarrarse. Y aunque no soy de quienes piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, a duras penas puedo convencerme a mí misma de que este fin de año no será un deja vú de segunda mano del 2020.

No obstante, y a fin de confiar en el futuro, porque qué otra cosa podemos hacer, volveré a ponerme la ropa interior de color rojo para que, con pandemia o sin ella (aunque mejor esta última opción), el 2022 sea el año que todos deseamos: el mejor, hasta el momento. Y a las doce en punto de la noche, levantaré mi copa por ello.

Lo mejor del cambio de año es esa confianza casi mágica en que el contador vuelve a ponerse de nuevo a cero. Un borrón y cuenta nueva que nos permite, durante unas horas, convencernos de que los próximos 365 días seremos la mejor versión de nosotros mismos, tanto por dentro como por fuera; y aunque la fuerza de voluntad no suele ir más allá del quince de enero, lo cierto es que lo que dura la sensación de contar con el poder suficiente para poder cambiar las cosas, es maravilloso.

Venirse arriba PUNTO Y APARTE

Quizá el presidente de la Junta de Castilla y León comparta conmigo ese pálpito que traen consigo los comienzos de año, y haya sido por eso por lo que ha decidido adelantar las elecciones a primeros del 2022, confiado en que la ilusión de dar la vuelta al marcador le beneficiará electoralmente. Lo que sí es seguro es que la intención de mostrar la mejor versión de sí mismo, a Alfonso Fernández Mañueco le durará algo más que al resto de sus conciudadanos, hasta, al menos, ese 13 de febrero en que el oráculo de las urnas le ofrezca sus posibilidades para conformar gobierno.

A su favor cuenta con lo mismo que en su contra: que en el corto mandato que ha ejercido la Presidencia de la comunidad, apenas se le ha visto fuera de Valladolid. Una lástima, teniendo en cuenta que, aunque ahora lo haga, ya no logrará el voto de las 20.261 personas menos con las que va contar el censo electoral, como consecuencia de nuestra arrugada pirámide de población, a la que tampoco los dos años y medio del último gobierno, por más arriba que yo que se venga el presidente en funciones, ha logrado poner en positivo.