Piñatex, la piel de piña española con la que fabrican Nike y Chanel

Carmen supo desde niña que Salas, el pueblo asturiano donde creció, se le quedaba pequeño. Era una cría inquieta en una época en la que a las niñas se les educaba para que no tuvieran muchas inquietudes y allí se ahogaba. A los 19 años se marchó de au pair a Irlanda y ya no volvió. Allí sigue, 50 años después, en Dublín, desde donde gestiona una empresa puntera que ha revolucionado el mercado textil con un tejido hecho con fibra de piña que es igual que el cuero.

Piñatex, su invento, quedó finalista en los European Inventor Award 2021 (el premio al inventor del año en Europa), que se fallaron la semana pasada. "Nos ganó un grupo sueco que desarrolla una banda que recarga baterías con luz solar, pero estoy muy orgullosa de ser finalista, es la primera vez que una empresa textil y de moda es seleccionada como candidata a estos premios", cuenta Carmen Hijosa a LOC.

La candidatura a los premios del invento del año ha sido un espaldarazo para Ananas Anam, la empresa que Carmen fundó en 2013, con sede en Londres y en Barcelona. El crecimiento está siendo enorme y el trabajo, cuenta, se les acumula. La cartera de clientes, con firmas como Hugo Boss, Nike, Chanel, Ecoalf, H&M o los hoteles Hilton, para quienes ha vestido con su tejido una suite vegana en Londres, crece cada día.

"Tenemos previsto multiplicar por 10 nuestra producción el año que viene", explica Hijosa en una conversación jalonada de palabras en inglés con acento irlandés. "Es que llevo muchos aquí", se ríe al teléfono, "pero ya tengo ganas de volver, quiero regresar a Europa, a España. Necesito sol y calor, volver a mis raíces y estar cerca de la producción, porque quiero potenciar la empresa allí y montar una fábrica de producción de Piñatex para surtir el mercado europeo".

Las raíces asturianas de Carmen, que ha adoptado Hijosa, el apellido de su abuela materna, como seña de identidad, siguen muy presentes en su vida. "Me gusta Hijosa, es poderoso, fuerte como lo era mi abuela, que de Castilla se fue a Asturias a buscarse la vida. Tuvo cuatro hijas y no quería que el apellido se perdiera", explica. "Además, Álvarez, mi primer apellido, es menos interesante".

Piñatex, la piel de piña española con la que fabrican Nike y Chanel

El confinamiento le pilló volviendo de Filipinas y lo pasó en Salas, ocho meses sin poder volver a Irlanda que aprovechó para reencontrarse con su madre. "Fue muy bonito. Murió después de Navidad y pasé mucho tiempo con ella". Carmen, la mayor de cuatro hermanos, fue la rebelde de la familia. Su padre, que regentaba una relojería en el pueblo, decía que la niña era muy cabezona, "como las rebecas de los montes asturianos", señala la empresaria. A los 19 decidió marcharse de au pair para ver mundo.

"Fui una pionera. Pensaba que si aprendía inglés sería independiente y viajaría. Mis padres no lo entendían. Mi familia es muy tradicional y me presionaron mucho para que volviera", pero no lo hizo. "Cuando me pasaba por Salas a verles en el pueblo le decían a mi padre 'Ah, ésta es la embarcada', como si hubiera emigrado a Argentina", explica.

En Dublín trabajó en hospitales, de camarera o cuidando niños de día mientras estudiaba de noche en la Escuela de Arte (el National College of Art and Design). Sacó una licenciatura en textil que luego completó con un master en Londres. "Siempre me han gustado las artes y el diseño. Lo he heredado de mi madre, que pintaba muy bien, y de mi padre, que era un artesano de los relojes. De pequeña yo no jugaba con muñecas, me gustaba trastear con las piezas de relojería que tenía mi padre en el taller", recuerda.

El espíritu emprendedor, en cambio, le viene del abuelo Marcos, que con 15 años emigró a La Habana. Allí trabajó de aprendiz de relojero hasta que compró el negocio y volvió a su tierra, con dinero y varias ideas en la cabeza, entre ellas abrir un banco privado.

Su nieta heredó la vena emprendedora y acabó fundando con su marido, un francés al que conoció vendimiando en Cognac, una marca de objetos de cuero que se acabaron en los lujosos mostradores de Harrod's, Liberty o Harvey Nichols. "Empezamos a hacer carteras, bolsos y cinturones que diseñaba yo y vendíamos en mercadillos, pero gustaban tanto que Chesneau, la firma que llevaba el apellido de mi ex marido, creció y se convirtió en una marca de lujo. Todavía veo bolsos míos en la calle".

El cuero le llevó hasta el Banco Mundial, que la fichó como consultora para asesorar a empresas de países en vías de desarrollo. En países como Colombia, Honduras y Filipinas vio la realidad que se escondía tras las curtidurías, con trabajadores (mujeres en su mayoría) empleados en pésimas condiciones y una producción muy contaminante. Decidió cambiar su vida. Vendió su parte de la empresa a su marido, se separó de él y empezó de cero.

En Filipinas descubrió la fibra de la piña y el trabajo de las tejedoras. Tras varios años de investigación, en 2013 patentó su tejido, una especie de fieltro idéntico al cuero, al que llamó Piñatex. Annanas Anam trabaja con unos 200 cooperativistas de Filipinas, Bangladesh y Costa Rica y están buscando nuevos proveedores. Los inversores y las firmas de moda y decoración hacen cola en su puerta.


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